
– Boris, llegados a este punto, déjame que te diga algo. – La mirada de Antoine estaba hecha de lágrimas flotantes, que se quedaban surcando el aire en busca de una mejilla donde rodar – Ahora que llegó el fin de mi existencia, pido que me perdones si en alguna ocasión me he portado mal contigo. Si he sido muy duro es porque la situación lo requería…-
– Antoine, una cosa…-
– No, Boris, no podemos hacer más, tú entrarás en la cápsula de salvamento, yo tengo que estar aquí para cerrar tu escotilla y expulsar el módulo sin contratiempos, de otro modo morirías despresurizado.
-… Ya, pero es que…
– No te hagas el héroe, yo soy el piloto y moriré con este barco. Prométeme que buscaras a mi mujer y le dirás que la he querido hasta el final.
-… Pero…
– ¡Promételo!
– Sí, claro, pero…
– Ella estará triste y desconsolada. No te pases con ella.
-… Claro, es que…
– Yo sé que está de buen ver y claro… Lo entendería, pero déjale al menos que pase el luto, ¿No?
– … No te preocupes por eso… Es que…
– Lo entiendo, sí, vale. Yo estaré muerto, así que, iros lejos, donde no podáis recordarme…
– Ya está bien Antoine… Sabes que esto es un simulacro, ¿No?
– ¿Eh? ¡Claro! El dramatismo también tiene que ser contemplado. No habría realismo, sí no lo hacemos de ese modo.
– Y sabes que las otras cápsulas de emergencias no tenían ningún problema, ¿no?
– Pero le íbamos a quitar emoción a los de la base, que se aburren.
– Joder Antoine, que tenemos que pasar meses aquí, dramas todos los días, no ¿Eh?
– ¡A fastidiarse!
– A propósito, tu mujer está muy buena.
– Lo sé, mi dinero en cirugías que me ha costado.
– Me lo imaginaba.
– No la mires, que se desgasta.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.